domingo, 10 de mayo de 2015



11 de Mayo de 2015
Boletín No. 221

Mis Mejores Días…

Disfrutando de una entrevista cargada de inteligentes palabras del recientemente fallecido escritor e intelectual uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015) me topé con términos que clamaban mi atención y que podían ser aplicados de manera directamente proporcional a nuestro quehacer gerencial, eran palabras del día a día, del coloquio, palabras de una conversación de café que transmitían duras verdades que encontramos constantemente en nuestro entorno laboral y de ejercicio profesional, recuerdo, que utilizó el termino la “Comunicación Incomunicante” y es que cuantas veces llenamos nuestro espacio de oficios y papeles diversos generando instrucciones, órdenes y procesos que deben cumplir nuestros aliados laborales y no se cumplen ni se llega a los objetivos planteados, cuantas vanas conversaciones suceden en una reunión de trabajo, inclusive en instrucciones directas y personales con otro miembro del equipo y no surten la efectividad deseada para el bien de la organización. Hablamos, porque transmitimos con nuestros labios un efecto sonoro, oímos, pero no escuchamos, porque pareciese que lo importante es satisfacer mi personalísimo logro, mi actitud y figuración sin depender ni realzar al equipo que me acompaña y al final lo transmitido no produce efectos que generen ganancias ni a las personas, ni a los equipos, ni a la organización, es decir, creemos que nos comunicamos pero estamos incomunicados. Que verdades las de Galeano.
Sin embargo, todo tiene un reacomodo tanto así como la naturaleza genera sus mecanismos de nivelación o como el organismo genera anticuerpos para su defensa ante los embates de un elemento no apto para convivir dentro de él, es por ello, que ante las posibles anomalías gerenciales, de dirección o liderazgo surge como golpe certero en la formación del líder la actitud, las capacidades, la constancia, dedicación y observancia de elementos integradores que permitan solventar cualquier necesidad que amerite ser corregida para consolidar alcance de objetivos y coronación de metas, y es ahí, cuando Galeano salta con sus palabras y nos dice “…que la Realidad me sorprenda…” porque es deber de nosotros como conductores y actores del entramado gerencial buscar y lograr la máxima solución posible, dar viabilidad al problema y brindar atinada fluidez para convertir diagonales en rectas para alcanzar lo deseado en favor de todos y reacomodar el problema en Realidades Sorprendentes de carácter positivo para la gestión.
Finalmente, el espíritu de logro debe acompañarnos en todo momento a pesar de las posibles adversidades que puedan nutrir nuestra experiencia porque al término de la ruta personal y profesional, del cumulo de conocimientos, de realidades, vivencias, habilidades, destrezas y estilos estos serán solo ingredientes que nos ayudaran a obrar y trazar un mejor camino al Liderazgo posible, a la Dirección efectiva confabulándose en nosotros el modelaje para convertir en Arte nuestra acción Gerencial, renovándonos día a día a través de visiones que nos permitirán decir al igual que Eduardo Galeano (+) “…que mis Mejores Días son los que no he vivido…” y por lo tanto amaneceremos cada día con nuevos bríos, con sumadas fuerzas para desarrollar y llevar al mejor termino la organización que nos compete, como también, al talento humano que la integra.