domingo, 4 de febrero de 2018

05 de Febrero de 2018

Boletín No.302

El Placer de Equivocarte...

Mucho hemos hablado en nuestro largo trayecto de darnos el placer de equivocarnos, de convertir la adversidad en oportunidad, de no desfallecer y sobreponernos en la intención de perseverar y consolidar nuestros objetivos de vida u objetivos profesionales, revestirnos de un espíritu de resilencia que constantemente nos lleve a convencernos que el limite somos nosotros y que todo se encuentra bajo la delgada línea de asumir y tomar una sabia decisión que obviamente debe ser planificada pero sin perder el espíritu que el riesgo implica. Ahora bien, ninguno de nosotros puede desprenderse de su esencia humana y todos tendemos a preservarnos, a evitar el error a toda costa, a ignorar su presencia y sobre todo a no querer tenerlo como parte de lo que implica lograr un objetivo por aquello de tener que asumir que no somos tan perfectos, por no reconocer que podemos equivocarnos y que muchas veces nuestras ideas no son infalibles. Es por ello que ante un error muchos veces  lo primero que hacemos es negarlo, endosárselo a otro si es necesario ¿te ha pasado esto a ti? sobre todo cuando carecemos de la madurez para asumirlo. El otro aspecto por el que muchos hemos pasado ante la presencia de un error es lamentarnos ante la falla, pero peor aún nuestra baja emocional nos conduce a la tendencia de renunciar a nuestra meta, desistir de lograr el objetivo por el que tanto luchamos creyendo que por el solo acto de equivocarnos el mundo está perdido para nosotros y con ello nuestro esfuerzo, disipándose ante nosotros el sueño que produce una anhelada meta.

Lo otro que nos sucede  y de acuerdo al nivel de comprensión que demos a nuestro error es que pasamos a ignorar a ese flagelo que entorpece el logro de nuestra meta y nos “hacemos los locos” como se dice en el coloquio venezolano para creernos una realidad ficticia que implica engañarnos y asumir que nunca paso nada, que un error no existió en nuestro tránsito de vida, que nadie lo vio ni lo sintió. También pudiese suceder que la ley de Murphy se haga presente en nuestro camino, es decir todo lo que deba pasar va a pasar y entonces nuestro error se repita generando involución y un grado de estrés que perturba nuestro norte franco hacia la consecución del objetivo programado. Pero finalmente lo que estamos llamados a consolidar es que nos condicionemos a una congregación de elementos alrededor de nuestro error que nos lleve a apoyarnos en personas y caracteres positivos, tomar de nuestro equipo y entorno ejemplos de resilencia que estimulen al logro, que vean lo difícil como un reto posible aperturando posibilidades que minimicen al error y lo trasciendan al nivel de oportunidad, es así como se traduce la palabra error, equivocación, caída u obstáculo en aprendizaje y mejora, potencialidad y oportunidad.

Al darnos el placer de equivocarnos, vemos al error con otro cristal visualizando la multicolor policromía del aprendizaje, de lo que genera experiencia, lo que te da experticia, lo que implica crecer, aprendes a conocer y valorar a quienes están a tu lado, a determinar la capacidad de tu equipo para saber ciertamente con quien contar, equivocarse debe ser para un Líder, un Director o un Gerente la poderosa experiencia de un crecimiento exponencial porque ese error debe ser el carbón indiferente que todo el mundo admirará cuando sea el hermoso brillante con el cual coronaras la acción de tu gestión. 

Dios les Bendiga, mis Mejores Deseos y un Respetuoso Abrazo Virtual.

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Carlos O. Delgado C.
CEO y Management Trainer de "Liderazgo en tu Día"