05 de Febrero de 2018
Boletín No.302
El Placer de Equivocarte...
Mucho
hemos hablado en nuestro largo trayecto de darnos el placer de equivocarnos, de
convertir la adversidad en oportunidad, de no desfallecer y sobreponernos en la
intención de perseverar y consolidar nuestros objetivos de vida u objetivos
profesionales, revestirnos de un espíritu de resilencia
que constantemente nos lleve a convencernos que el limite somos nosotros y que
todo se encuentra bajo la delgada línea de asumir y tomar una sabia decisión
que obviamente debe ser planificada pero sin perder el espíritu que el riesgo
implica. Ahora bien, ninguno de nosotros puede desprenderse de su esencia
humana y todos tendemos a preservarnos, a evitar el error a toda costa, a
ignorar su presencia y sobre todo a no querer tenerlo como parte de lo que
implica lograr un objetivo por aquello de tener que asumir que no somos tan
perfectos, por no reconocer que podemos equivocarnos y que muchas veces
nuestras ideas no son infalibles. Es por ello que ante un error muchos
veces lo primero que hacemos es negarlo,
endosárselo a otro si es necesario ¿te ha pasado esto a ti? sobre todo cuando
carecemos de la madurez para asumirlo. El otro aspecto por el que muchos hemos
pasado ante la presencia de un error es lamentarnos ante la falla, pero peor
aún nuestra baja emocional nos conduce a la tendencia de renunciar a nuestra
meta, desistir de lograr el objetivo por el que tanto luchamos creyendo que por
el solo acto de equivocarnos el mundo está perdido para nosotros y con ello
nuestro esfuerzo, disipándose ante nosotros el sueño que produce una anhelada
meta.
Lo
otro que nos sucede y de acuerdo al
nivel de comprensión que demos a nuestro error es que pasamos a ignorar a ese
flagelo que entorpece el logro de nuestra meta y nos “hacemos los locos” como
se dice en el coloquio venezolano para creernos una realidad ficticia que
implica engañarnos y asumir que nunca paso nada, que un error no existió en
nuestro tránsito de vida, que nadie lo vio ni lo sintió. También pudiese
suceder que la ley de Murphy se haga presente en nuestro camino, es decir todo
lo que deba pasar va a pasar y entonces nuestro error se repita generando
involución y un grado de estrés que perturba nuestro norte franco hacia la
consecución del objetivo programado. Pero finalmente lo que estamos llamados a
consolidar es que nos condicionemos a una congregación de elementos alrededor
de nuestro error que nos lleve a apoyarnos en personas y caracteres positivos,
tomar de nuestro equipo y entorno ejemplos de resilencia
que estimulen al logro, que vean lo difícil como un reto posible aperturando
posibilidades que minimicen al error y lo trasciendan al nivel de oportunidad,
es así como se traduce la palabra error, equivocación, caída u obstáculo en
aprendizaje y mejora, potencialidad y oportunidad.
Al
darnos el placer de equivocarnos, vemos al error con otro cristal visualizando
la multicolor policromía del aprendizaje, de lo que genera experiencia, lo que
te da experticia, lo que implica crecer, aprendes a conocer y valorar a quienes
están a tu lado, a determinar la capacidad de tu equipo para saber ciertamente
con quien contar, equivocarse debe ser para un Líder, un Director o un Gerente
la poderosa experiencia de un crecimiento exponencial porque ese error debe ser
el carbón indiferente que todo el mundo admirará cuando sea el hermoso
brillante con el cual coronaras la acción de tu gestión.
Dios les Bendiga, mis Mejores Deseos y un Respetuoso Abrazo Virtual.
Carlos O. Delgado C.
CEO y Management Trainer de "Liderazgo en tu Día"